Nos convertimos en larvas y no al revés; pronto una suciedad moral (que no ética, de esa tenemos mucha y tal vez ahí está el verdadero problema) comenzó a filtrarse por las palmas de nuestras manos y las plantas de nuestros pies. A fuerza de querer sacar las dudas y dejarlas borroneadas y tachoneadas en un papel, se convirtieron en nosotras (O nosotras en ellas, pero eso en algún momento deja de importar). El problema no fue pensar, sino lo que vino después: Asco, culpa, los eternos cuestionamientos de media noche sobre los problemas ambientales y si realmente existía un plan maestro detrás de todo o si somos un átomo de agua siendo derramado por el borde de la mesa de un macrocosmos que no entenderemos jamás. Finalmente, la venganza contra los adultos que se paraban orgullosos, altos e infalibles, o así nos convino pensarlos. Nunca nos revelaron los por menores maliciosos del contrato, pero pronto aprendimos que todo tiene letras pequeñas y que esos seres enormes no eran más fuertes ni duraderos que nosotros; si acaso al contrario, no nos avisaron que eran incluso más propensos a enfermedades incurables, muertes no planeadas, ataques de llanto nocturno y pesadillas.
Crecimos a su tamaño y adoptamos sus posturas, dejamos de cuestionar porque a tanto ir la mano a la lumbre, o se quema los nervios y deja de sentir, o aprende a dejar de hacerlo. Aprendimos que hay preguntas circulares, rectas, tangenciales y aprendimos a usarlas más para ocultarnos que para seguir descubriendo. Sabemos que somos erráticas y comprendimos a esos adultos que igual que nosotras siguen siendo niños indefensos que sólo aparentan fuerza como método de supervivencia. Pero no podemos perdonar sus mentiras, que lejos de animarnos a enfrentar la vida nos propusieron mejor defendernos de ella desde un rincón. Personalmente la propuesta suena algo despreciable, así que no opté ni por una ni por otra, sino por la mía; sentarme cínicamente en un rincón a observar, creando estrtegias para acercar o alejar a la gente y los problemas a placer. ¿Cobarde, yo? Sólo siempre. Aún así, disfrutaba del gramo de arrogancia que me dejaba sentarme en una esquina a evadir, sin olvidar el ahorro de energía a comparación de agarrarme a madrazos con una masa amorfa aparentemente interminable.
Teníamos colores pero se deslavaron, eramos grandes pero nos compactamos para protejernos. Las manchas, los borrones, los tachones, las dudas dejaron su rastro en nuestra cara, o nuestro olor, o algo. Ahora todo el mundo nota que somos diferentes, es difícil esconderlo. Por eso creo que debe ser algo notorio, un gesto, el olor a duda, los ojos.
Yo la culpo por mi posición, pero es sólo una manera cómoda de seguir haciendo algo que me produce placer/culpa, y como ella se lo cree pero no le gusta, también odia lo que yo le represento.
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