Nadie le dijo que sería tan felíz sola, al contrario, siempre le advirtieron de las vicisitudes que le trae en especial a una mujer la falta de compañía masculina. A estas alturas es por demás señalar que dicho pensamiento no sólo es anticuado sino que es considerado de mal gusto por algunos. Especialmente en una epoca tan solitaria, diseñada y adaptada para ser un ser social sin encontrarse con el interlocutor mas que en un espacio virtual, evitando molestias como buscar un lugar y tiempo específicos destinados a mostrar un interés superficial, forzado por la vida de alguien más, no encuentra lugar el pensamiento gregario que requiere la presencia de otros. Ahora que se puede mirar mejor a través de un monitor hacia la vida de alguien que intercambiando palabras cargadas de simbolismos indescifrables, que ella considerara indispensable la presencia de un compañero más por una imposición que por una necesidad real sería una idea desmentida inevitablemente al paso del tiempo.
Tomó la taza de café entre
sus manos, tranquilamente, saboreando más su soledad que su amarga bebida. Observaba el marco de la ventana aún goteando la lluvia de la noche anterior. Ojos nuevos es lo único que viene a su mente, por algunos segundos encontró ridículo el apreciar escenas tan cotidianas de nuevo. Pero es así de voluble y predecible el comportamiento humano; un cambio externo tan común como el rompimiento de una relación lleva a alguien a replantearse hasta su forma de beber café.
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