May 27, 2011

Memorias Efervescentes

Podría escribir palabras melosas, que dieran a entender sentimientos, engañarme a pensar que no es tan mundano y tan simple, pero qué caso tiene mentir. Es el olor de la lluvia y la noche, los carros y las lúces frías, tan simple como eso. Mis pies colocados descuidadamente sobre un charco y el olor de tu cuerpo poco a poco acercándose al mío.

Diría por ejemplo que fue sublime, que supe en ese momento todos los secretos del cosmos, pero me estaría engañando a pensar que la inyección de endorfinas y las ganas acumuladas fueron más... o menos... que eso.

Así que intentando callar la culpa, tiré de tu camisa a cuadros mientras nos besábamos atascadamente detrás del carro en una calle, más que abrazados, embarrados el uno al otro de manera tal que aún con ropa no nos quedara duda alguna de los atributos del otro. Supe entonces, como una epifanía que quería arrancarte la ropa a mordidas en ese instante. Aunque de preferencia en algún lugar más privado en donde no nos fuera a detener una patrulla.

Desde ese día hasta hoy todo ha sido translúcido como película de los cincuentas cuando untaban con vaselina el lente.

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