September 13, 2010

Sólo con mi yo puesto

Las primeras palabras de un texto, creo yo, definen si alguien lo va a leer o no y la verdad es que no se como empezar este sin que suene todo trillado o como "holier than thou", porque... sí y no es así. Nunca he sentido pertenencia a algún grupo... de cualquier tipo en realidad, religioso, espiritual, institucional (¿hay alguna diferencia en los tres que he mencionado?), vaya, a veces ni siquiera me siento parte de mi propia familia. Mucho tiempo se lo atribuí a mi falta de don con la gente, o como se llame.

Nunca poder ser parte de algo me ha hecho sentir torpe toda mi vida; apesto para las cosas que tienen que ser coreografiadas, como las artes marciales y las clases de baile. Es más, de pequeña en la bodas mafufas noventeras no podía bailar "Caballo Dorado" y no era que me gustara la canción, era que carecía del algo que hace que todas las personas se muevan al mismo ritmo para el mismo lado, todos al mismo tiempo, eso me hacía obsesionarme con la asquerosa canción y nunca logré bien coordinar mis pies con el resto de los participantes. Hasta la fecha creo que no podría hacerlo, ahora principalmente porque me siento ridícula.

Las masas se me han hecho algo interesante, yo creo que precisamente porque cada que intento ser parte de una, no importa que tan pequeña o numerosa, termino por entender que no tengo nada que hacer ahí. En el peor de los casos termino dandome de topes contra un muro de concreto formado por los individuos de "la masa" y echándomelos en contra. Creo que es sentido de autopreservación; llega el momento en que no importa qué tan contundente sea un argumento, si un grupo de personas obsesionadas, necias o ciegas decide que estas mal, estas mal, punto. Corre!


Me gustaría ser así, que no importe que tan "ahí" esté la realidad, montarme en mi macho y decir que las cosas son como un grupo dice. Entiendo que hasta cierto punto así debe ser, porque en algo tenemos que tener convicción, hasta necedad, pero no que esa necedad estructure toda nuestra existencia y la convierta eventualmente en una mentira. Y ese es mi problema, no puedo tener ese tipo de fe ciega junto con un grupo de personas.


Pero para poder fijarte una idea colectiva en la cabeza y aceptar los parámetros de una sociedad que intenta igualar a todos sus miembros, supone la renuncia de la individualidad. Puede sonar muy tonto para muchas personas pero para mi es un punto angustiante debatirme entre querer pertenecer y renunciar a mi.


La idea que venden algunos medios sobre las parejas es parecido, supone la renuncia del yo por una idea de bienestar colectivo entre los que la forman. Y si ese bienestar es real (que raras veces lo es) no creo que haya una razón para no ser uno mismo, y si no lo es, entonces dejar de cuestionarse y simplemente aceptar la idea falsa de felicidad es lo único que puede mantener esa relación unida. Parece muy simple la elección: engañarme o salirme de ahí. Si realmente fuera tan fácil optar por ser libre, todo el mundo sería libre de estas sociedades y relaciones, pero no lo es. Pensar es angustiante, nadar contra corriente es difícil, tomar responsabilidad por lo que uno dice implica que "te amo" no es una muletilla, lleva consigo compromisos que pocos estan dispuestos a cumplir y riesgos como el de afrontar que no se es correspondido, aceptar a la otra persona como es, respetar su propia libertad y efrentar que no es un baile coreografiado sino una disonancia aquello de la pareja.


¿Quién quiere aceptar que su ser amado no es su reflejo, sino algo que es otro? Por otro me refiero a que es altamente improbable llegar a conocerle; saber qué siente y como, qué ve en el mundo. Otro es algo que no soy yo y por lo tanto no se puede controlar. ¿Y cómo poner la felicidad propia y las expectativas en alguien que no las puede cumplir? No se debería, eso parece sencillo. Pero entonces ¿por qué demonios alguien querría estar en una pareja cuando tiene que hacer malabares con la felicidad de uno, aceptar otra individualidad, realizar las metas personales y de pareja y no poder dejar ninguna de esas pelotas en las manos del otro? Supongo que porque somos seres gregarios.


Aún así es una línea delgada y peligrosa manejar el deseo que se le tiene a alguien y la libertad. Querer conocer a otra persona sin absorberla o condicionarla parece fácil y al principio lo es, pero mientras más compartes con alguien,te acostumbras y comienzas poco a poco a echarle encima obligaciones de cualquier tipo, empiezas a querer verte a ti cuando le ves y suponer que a tanto compartir han empezado a parecerse, por lo tanto, van a reaccionar igual ante ciertas cosas. Por ahí empieza, pero luego, cuando lo más superficial comienza a parecer un reflejo sigue uno por suponer que piensan similar, luego que el sistema de valores que manejan son parecidos, luego idénticos. Y eso es precisamente; terminas por identificarte con el otro, lo cual supone muchas demandas. ¿Cuándo pinta uno la línea antes de que el deseo se convierta en absorción? Porque ya entrados en gastos resulta muy cómodo perder la individualidad.


Nunca he podido ser parte del cardúmen, pero me ha pasado perderme en una relación de pareja, tanto así que es como un ritual de esos estilo sodoma y gomorra; haces cosas poniendo tu "yo" en alguien más y cuando despiertas del trance queda resaca emocional, vacío, necesidad por el otro, pena.

Y a pesar de lo que he dicho, la realidad es que ninguna relación es textbook saludable (o enfermiza para tal caso). Y uno decide qué papel quiere jugar en ella.

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