March 7, 2010

Dormir

El olor de tu piel se ha impregnado en la mía y no lo puedo sacar. De noche, al incorporarme a la cama, me siento relajada al percibir algo que me recuerde haber estado envuelta en tus brazos, mientras me angustia la incertidumbre de tus decisiones. Es entonces cuando quisiera quitarme todo rastro de tu olor, rasparlo de mi piel hasta que sólo quede el olor de mi sangre, sacarlo de mi recuerdo para poder conciliar el sueño finalmente, sin revivir el delicioso roce de mi pecho con el tuyo mientras jadeamos al mismo ritmo y todo se vuelve narcótica confusión.
Cuando me enrosco en la cama emerge del recuerdo cada detalle de tu cara, tu mirada impenetrable, de tus brazos, el calor de tus manos, de tus piernas entrelazadas en las mías tanto que al cerrar los ojos casi puedo sentirlos como abrazándome al dormir.
El amor se funde en confusión, en arrepentimiento de los errores cometidos, en esperanza, pero finalmente se disuelve en el aire como humo de cigarro, que impregna con su olor todo lo que toca, que mucho después de su paso todavía se puede percibir. Unicamente queda mi desolación, la duda infinita que me lleva al borde de la tristeza, donde quisiera cobijarme con tu cuerpo, teniendo que conformarme con revisar si tengo algún mensaje tuyo. Me conformo con lo que sea que me de una pista de tu regreso. Abro los ojos, veo mi celular y me doy cuenta: Nada.
¿Qué piensas estas noches que estamos más lejos que nunca? Se que ves esa parte de mi, a la que no le da un rayo de luz, que es triste y patética, agazapada, esperando contagiar todo cuanto toca de su peste. Esa parte la he logrado exiliar a rincones olvidados de mi imaginación. Es necesario encerrar a esa criatura desquiciada, capaz de encontrarle defectos a cualquier situación para ahogarse en ellos. Casi nunca logra escapar, y cuando lo hace llega a sabotear las cosas que valoro tanto. ¿Puedes pasar tus manos por mis defectos y aceptarlos como tales? Tal vez entonces logre desaparecer esa parte de mi, voraz por destruir lo que tanto aprecio.
En ocasiones como estas yo no logro perdonar mis errores, y aún así espero que tu puedas. Esto está tan lejos de la vez que nos mojamos bajo la lluvia, tan lejos de preparar la cena para jugar videojuegos, tanto que siento que no somos las mismas personas de entonces. Y me pregunto si todo este tiempo he dormido con un desconocido. Se que no es así cuando veo tu cara de nuevo, tus gestos, los reconozco todos. Cuando me tocan tus manos que casi nunca estan frías.
Y en el martirio de estos pensamientos, sólo espero que puedas ver más allá de mis debilidades, como yo quiero ver más allá de tu confusión. Se que no soy esa desconocida que ves ahora, se que tú tampoco lo eres.
Me incorporo a mi cama, envuelta en sábanas que nunca logran confortarme como tu cuerpo aferrado al mío. Tengo que conformarme con esto por el momento, debo dormir y reunir fuerzas para enfrentar todo lo demás, tal vez entonces pueda estar contigo de nuevo. A lo mejor así puedes perdonar este error. Corren las lágrimas por mi cara hasta mi almohada sin que pueda detenerlas, pienso en ti y espero que lejos de considerar darte la vuelta, creas que a pesar de todo soy la persona de la que te enamoraste. Porque probablemente en este instante sea sólo una niña pequeña acurrucada en su cama, muerta de miedo, pero cuando llegue la mañana no habrá obstáculo que me impida lograr el resto de mis metas.

Ahem, si... después del breviario (no) cultural, uno que sí lo es, tres poemas de Rosario Castellanos:

Nostalgia

Ahora estoy de regreso
Llevé lo que la ola para romperse lleva,
-sal, espuma y estruendo-,
y toqué con mis manos una criatura viva;
el silencio.

Heme aqui suspirando
como el que ama y se acuerda y está lejos.

Destierro

Hablábamos la lengua
de los dioses, pero era también nuestro silencio
igual al de las piedras.
Éramos el abrazo de amor en que se unían
el cielo con la tierra

No, no estábamos solos.
Sabíamos el linaje de cada uno
y los nombres de todos.
Ay, y nos encontrábamos como las muchas ramas
de la ceiba se encuentran en el tronco.

No era como ahora
que parecemos aventadas nubes
o dispersadas hojas
Estábamos entonces cerca, apretados, juntos.
No era como ahora.

Destino

Matamos lo que amamos. Lo demás
no ha estado vivo nunca.
Ninguno está tan cerca. A ningún otro hiere
un olvido, una ausencia, a veces menos.
Matamos lo que amamos. ¡Que cese ya esta angustia
de respirar con un pulmón ajeno!
El aire no es bastante
para los dos. Y no basta la tierra
para dos cuerpos juntos
y la ración de esperanza es poca
y el dolor no se puede compartir.

El hombre es animal de soledades
con una flecha en el ijar
que huye y se desangra.

Ah, pero el odio, su fijeza insomne
de pupilas de vidrio; su actitud
que es a la vez reposo y amenaza.

El ciervo va a beber y en el agua aparece
el reflejo de un tigre.
El ciervo bebe el agua y la imágen. Se vuelve
-antes que lo devoren- (cómplice, fascinado)
igual a su enemigo.

Dámos la vida sólo a lo que odiamos.

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